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NUÑEZ DE PINEDA Y BASCUÑAN.

pues sin ningun rebozo ni recato obran en esta guerra cada dia insolentes maldades y desafueros con estos pobres bárbaros jentiles, contra Dios, contra razon y justicia, haciéndolos esclavos sin poderlo ser, maloqueándolos y robándoles sus casas, sus mujeres y sus hijos, debajo de tratos de paces y de amistad, despues de estar reducidos y sujetos a nuestras voluntades y a nuestros gustos, y asegurados con la palabra real. Y a mí me consta que en algunas ocasiones se han entrado y reducido debajo de nuestras armas, juzgando estar seguros de otros enemigos de entre los suyos, que tal vez suelen hacerse guerra los unos a los otros; y en lugar de defenderlos y ampararlos, somos peores que sus propios contrarios, subcediéndoles lo que a las palomas mansas, que huyendo del milano nombraron por su rei y su patron al azor, el cual les fué mas riguroso enemigo que el que de ántes tenian. Tráelo de las fábulas el gran doctor y maestro Francisco de Mendoza, con los siguentes versos: Accipitrem milvi pulsurum bella columbæ Accipiunt regem, qui magis hoste nocet. Elijieron al azor Las palomas por su rei, Sin saber que no hai mas lei Que el gusto del superior. Nómbranle por defensor Contra el enemigo alano, Y él viene a ser mas tirano Y su adversario mayor. hot sale marbust Y aunque ha habido algunos evanjélicos predicadores que hayan solicitado el remedio a tan grandes males, y reprehendido tan perjudiciales excesos, tienen por mayor el que se los representen y repitan, volviéndose contra los que las verdades les predican; que aunque sea en comun la reprehension o la advertencia, la recibe cada uno de los que gobiernan por sí, porque se hallan en ella comprendidos, imitando al jurisperito que refiere el evanjelista San Lúcas, que reprehendiendo Cristo, Señor nuestro, en comun a los fariseos, se halló sentido y agraviado de sus razones uno de los mas presumidos letrados, quizá porque les tocaron en las cátedras que pretenden muchos para sus mayores ruinas, diciendo el Supremo Maestro: ¡ai de vosotros los que amais y deseais las primeras cátedras en las universidades! a que respondió el letrado: maestro, mui grande agravio nos haceis en decirnos eso; en cuyo lugar dijo Beda: oh! qué dañada conciencia la que oyendo la palabra de Dios, juzga que es encaminada a su descrédito y agravio! como este licenciado jurisperito lo sintió, y tomó la mano por todos; a quien vuelve a decir Cristo, Señor nuestro, segunda vez: ¡ai de vosotros los letrados! Así podian los fieles ministros de este Señor volver a decir a los que llevan mal las amonestaciones y advertencias que les importan, en lo que parece fué disonante a sus oidos. Pero a