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Rinconete y Cortadillo.

lanzaba por los ojos, diciendo: Nadie se burle con quebrantar la mas mínima cosa de nuestra órden, que le costará la vida: manifiéstese la cica, y si se encubre por no pagar los derechos, yo le daré enteramente lo que le toca, y pondré lo demas de mi casa, porque en todas maneras ha de ir contento el alguacil: tornó de nuevo á jurar el mozo, y á maldecirse, diciendo que él no habia tomado tal bolsa, ni vístola de sus ojos: todo lo cual fué poner mas fuego á la cólera de Mompodio, y dar ocasion á que toda la junta se alborotase, viendo que se rompian sus estatutos y buenas ordenanzas. Viendo Rinconete pues tanta disension y alboroto, parecióle que seria bien sosegalle y dar contento á su mayor, que reventaba de rabia, y aconsejándose con su amigo Cortadillo, con parecer de entrambos sacó la bolsa del sacristan, y dijo: Cese toda cuestion, mis señores, que esta es la bolsa, sin faltarle nada de lo que el alguacil manifiesta, que hoy mi camarada Cortadillo le dió alcance con un pañuelo que al mismo dueño se le quitó por añadidura: luego sacó Cortadillo el pañizuelo y lo puso de manifiesto. Viendo lo cual Mompodio, dijo: Cortadillo el bueno (que con este título y renombre ha de quedar de aquí adelante) se quede con el pañuelo, y á mi cuenta se queda la satisfaccion deste servicio, y la bolsa se ha de llevar el alguacil, que es de un sacristan pariente suyo, y conviene que se cumpla aquel refran que dice: no es mucho que á quien te da la gallina entera, tú dés una pierna della; mas disimula este buen alguacil en un dia, que nosotros le podemos ni solemos dar en ciento. De comun consentimiento aprobaron todos la hidalguía de los dos modernos, y la sentencia y parecer de su mayoral, el cual salió á dar la bolsa al alguacil, y Cortadillo se quedó confirmado con el renombre de bueno, bien como si fuera D. Alonzo Perez de Guzman el Bueno, que arrojó el cuchillo por los muros de Tarifa para degollar á su único hijo.

Al volver que volvió Mompodio, entraron con él dos mozas, afeitados los rostros, llenos de color los labios y de albayalde los pechos, cubiertas con medios mantos de anascote, llenas de desenfado y desvergüenza: señales claras por donde en viéndolas Rinconete y Cortadillo conocieron que eran de la casa llana, y no se engañaron en nada; y así como entraron se fueron con los brazos abiertos la una á Chiquiznaque y la otra á Maniferro, que estos eran los nombres de los dos bravos; y el de Maniferro era porque traia una mano de hierro en lugar de otra que le habian cortado por justicia: ellos las abrazaron con grande regocijo, y les preguntaron si traian algo con que mojar la canal maestra. Pues ¿habia de faltar, diestro mio? respondió la una, que se llamaba la Gananciosa: no tardará mucho á venir Silbatillo tu trainel con