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Novelas ejemplares.

los viejos bebieron sine fine, los mozos adunia, las señoras los quiries: los viejos pidieron licencia para irse, diósela luego Mompodio, encargándoles viniesen á dar noticia con toda puntualidad de todo aquello que viesen ser útil y conveniente á la comunidad: respondieron que ellos se lo tenian bien en cuidado, y fuéronse. Rinconete, que de suyo era curioso, pidiendo primero perdon y licencia, preguntó á Mompodio que ¿de qué servian en la cofradía dos personajes tan canos, tan graves y apersonados? á lo cual respondió Mompodio que aquellos en su germanía y manera de hablar se llamaban abispones, y que servian de andar de dia por toda la ciudad, abispando en qué casa se podia dar tiento de noche, y en seguir los que sacaban dinero de la Contratacion ó casa de la moneda, para ver dónde lo llevaban, y aun dónde lo ponian; y en sabiéndolo, tanteaban la groseza del muro de la tal casa, y deseñaban el lugar mas conveniente para hacer los guzpataros (que son agujeros) para facilitar la entrada: en resolucion dijo que era la gente de mas ó de tanto provecho que habia en su hermandad, y que de todo aquello que por su industria se hurtaba llevaban el quinto, como su Majestad de los tesoros, y que con todo esto eran hombres de mucha verdad, y muy honrados, y de buena vida y fama, temerosos de Dios y de sus conciencias', que cada dia oian misa con estraña devocion: y hay dellos tan comedidos, especialmente estos dos que de aquí se van agora, que se contentan con mucho ménos de lo que por nuestros aranceles les toca: otros dos hay, que son palanquines, los cuales como por momentos mudan casas, saben las entradas y salidas de todas las de la ciudad, y cuáles pueden ser de provecho, y cuáles no. Todo me parece de perlas, dijo Rinconete, y querria ser de algun provecho á tan famosa cofradía. Siempre favorece el cielo á los buenos deseos, dijo Mompodio.

Estando en esta plática llamaron á la puerta; salió Mompodio á ver quién era, y preguntándolo, respondieron: Abra voacé, señor Mompodio, que el Repolido soy. Oyó esta voz Cariharta, y alzando al cielo la suya, dijo: No le abra vuesa merced, señor Mompodio, no le abra á ese marinero de Tarpeya, á ese tigre de Ocaña. No dejó por esto Mompodio de abrir á Repolido; pero viendo la Cariharta que le abria, se levantó corriendo y se entró en la sala de los broqueles, y cerrando tras sí la puerta, desde dentro á grandes voces decia: Quítenmelo de delante á ese gesto de por demas, á ese verdugo de inocentes, asombrador de palomas duendas. Maniferro y Chiquiznaque tenian á Repolido, que en todas maneras queria entrar donde la Cariharta estaba; pero como no le dejaban, decia desde afuera: No haya mas,