truhana, respondió Preciosa, y yo no lo sabré ser, y todo irá perdido; si me quisiesen para discreta, aun llevarmeian; pero en algunos palacios mas medran los truhanes que los discretos: yo me hallo bien con ser jitana y pobre, y corra la suerte por donde el cielo quisiere. Ea, niña, dijo la jitana vieja, no hables mas, que has hablado mucho, y sabes mas de lo que yo te he enseñado; no te asotiles tanto, que te despuntarás: habla de aquello que tus años permiten, y no te metas en altanerías, que no hay ninguna que no amenace caida. El diablo tienen estas jitanas en el cuerpo, dijo á esta sazon el timente. Despidiéronse las jitanas, y al irse dijo la doncella del dedal: Preciosa, díme la buenaventura, ó vuélveme mi dedal, que no me queda con que hacer labor. Señora doncella, respondió Preciosa, haga cuenta que se la he dicho, y provéase de otro dedal, ó no haga vainillas hasta el viernes, que yo volveré, y le diré mas venturas y aventuras que las que tiene un libro de caballerías. Fuéronse, y juntáronse con las muchas labradoras que á la hora de las Avemarías suelen salir de Madrid, para volverse á sus aldeas, y entre otras vuelven muchas, con quien siempre se acompañaban las jitanas, y volvian seguras; porque la jitana vieja vivia en continuo temor no le salteasen á su Preciosa.
Sucedió pues que la mañana de un dia que volvian á Madrid á coger la garrama con las demas jitanillas, en un valle pequeño que está obra de quinientos pasos ántes que se llegue á la villa, vieron un mancebo gallardo y ricamente aderezado de camino: la espada y daga que traia eran, como decir se suele, un ascua de oro: sombrero con ríco cintillo, y con plumas de diversas colores adornado. Repararon las jitanas en viéndole, y pusiéronsele á mirar muy despacio, admiradas de que á tales horas un tan hermoso mancebo estuviese en tal lugar á pié y solo. El se llegó á ellas, y hablando con la jitana mayor, le dijo: Por vida vuestra, amiga, que me hagais placer que vos y Preciosa me oyais aquí aparte dos palabras, que serán de vuestro provecho. Como no nos desviemos mucho, ni nos tardemos mucho, sea en buen hora, respondió la vieja; llamando á Preciosa, se desviaron de las otras obra de veinte pasos, y así en pié como estaban, el mancebo los dijo: Yo vengo de manera rendido á la discrecion y belleza de Pre que despues de haberme hecho mucha fuerza para escusar llegar á este punto, al cabo he quedado mas rendido, y mas imposibilitado de escusallo. Yo, señoras mias (que siempre os he dar este nombre, si el cielo mi pretension favorece), soy caballero, como lo puede mostrar el hábito; y apartando el herreruelo, descubrió en el pecho uno de los mas calificados que hay en España: soy hijo de fulano (que por buenos respetos aquí no se declara su nombre),