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Página:Cervantes - Novelas ejemplares, 1883.djvu/56

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Novelas ejemplares.

desmayada: aquí el acudir todos á las armas, y dar tras el homicida; creció la confusion, creció la grita, y por acudir Andres al desmayo de Preciosa, dejó de acudir á su defensa; y quiso la suerte que Clemente no se hallase al desastrado suceso, que con los bagajes habia ya salido del pueblo: finalmente, tantos cargaron sobre Andres, que le prendieron y le aherrojaron con dos muy gruesas cadenas: bien quisiera el alcalde ahorcarle luego, si estuviera en su mano; pero hubo de remitirle á Murcia, por ser de su jurisdicion: no le llevaron hasta otro dia, y en el que allí estuvo pasó Andres muchos martirios y vituperios, que el indignado alcalde y sus ministros, y todos los del lugar le hicieron. Prendió el alcalde todos los mas jitanos y jitanas que pudo, porque los mas huyeron, y entre ellos Clemente, que temió ser cogido y descubierto. Finalmente, con la sumaria del caso, y con una gran cáfila de jitanos entraron el alcalde y sus ministros, con otra mucha gente armada, en Murcia, entre los cuales iba Preciosa, y el pobre Andres ceñido de cadenas sobre un macho y con esposas y piédeamigo. Salió toda Murcia á ver los presos, que ya se tenia noticia de la muerte del soldado. Pero la hermosura de Preciosa aquel dia fué tanta, que ninguno la miraba que no la bendecia, y llegó la nueva de su belleza á los oidos de la señora corregidora, que por curiosidad de verla hizo que el corregidor su marido mandase que aquella jitanica no entrase en la cárcel, y todos los demas sí, y á Andres le pusieron en un estrecho calabozo, cuya escuridad y la falta de la luz de Preciosa le trataron de manera, que bien pensó no salir de allí sino para la sepultura. Llevaron á Preciosa con su abuela á que la corregidora la viese, y así como la vió, dijo: Con razon la alaban de hermosa; y llegándola á sí la abrazó tiernamente, y no se hartaba de mirarla; y preguntó á su abuela que qué edad tendria aquella niña. Quince años, respondió la jitana, dos meses mas ó ménos. Esos tuviera agora la desdichada de mi Costanza: ¡ay, amigas! que esta niña me ha renovado mi desventura, dijo la corregidora. Tomó en esto Preciosa las manos de la corregidora, y besándoselas muchas veces se las bañaba con lágrimas, y le decia: Señora mia, el jitano que está preso no tiene culpa, porque fué provocado: llamáronle ladron, y no lo es: diéronle un bofeton en su rostro, que es tal que en él se descubre la bondad de su ánimo: por Dios y por quien vos sois, señora, que le hagais guardar su justicia, y que el señor corregidor no se dé priesa á ejecutar en él el castigo con que las leyes le amenazan: y si algun agrado los ha dado mi hermosura, entretenelda con entretener el preso, porque en el fin de su vida está el de la mia: él ha