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Página:Cervantes - Novelas ejemplares, 1883.djvu/88

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Novelas ejemplares.

ó poco mas, desviado de su felicidad y contento; considerábase cautivo, y á su gloria en poder ajeno: estas cosas revolviendo entre sí mismo, se movia poco á poco, y con temor y sobresalto, alegre y triste, temoroso y esforzado se iba llegando al centro en donde estaba el de su alegría, cuando á deshora volvió el rostro Leonisa, y puso los ojos en los de Ricardo que atentamente la miraba: mas cuando las vistas de los dos se encontraron, con diferentes efectos dieron señal de lo que sus almas habian sentido. Ricardo se paró, y no pudo echar pié adelante. Leonisa, que por la relacion de Mahamut tenia á Ricardo por muerto, y el verle vivo tan no esperadamente la llenó de temor y espanto, sin quitar dél los ojos ni volver las espaldas volvió atras cuatro ó cinco escalones, y sacando una pequeña cruz del seno, la besaba muchas veces, y se santiguó infinitas, como si alguna fantasma ú otra cosa del otro mundo estuviera mirando. Volvió Rieardo de su embelesamiento, y conoció por lo que Leonisa hacia la verdadera causa de su temor, y así la dijo: A mí me pesa, oh hermosa Leonisa, que no hayan sido verdad las nuevas que de mi muerte te dió Mahamut, porque con ella escusara los temores que ahora tengo de pensar si todavía está en su ser y entereza el rigor que continuo has usado conmigo. Sosiégate, señora, y baja, y si te atreves á hacer lo que nunca hiciste, que es llegarte á mí, llega y verás que no soy cuerpo fantástico: Ricardo soy, Leonisa, Ricardo, el de tanta ventura cuanta tú quisieres que tenga. Púsose Leonisa en esto el dedo en la boca, por lo cual entendió Ricardo que era señal de que callase ó hablase mas quedo; y tomando algun poco de ánimo, se fué llegando á ella en distancia que pudo oir estas razones: Habla paso, Mario, que así me parece que te llamas ahora, y no trates de otra cosa de la que yo te tratare: y advierte que podria ser que el habernos oido fuese parte para que nunca nos volviésemos á ver: Halima nuestra ama creo que nos escucha, la cual me ha dicho que te adora: hame puesto por intercesora de su deseo: si á él quisieres corresponder, aprovecharte ha mas para el cuerpo que para el alma: y cuando no quieras, es forzoso que lo finjas, siquiera porque yo te lo ruego y por lo que merecen deseos de mujer declarados. A esto respondió Ricardo: Jamas pensé ni pude imaginar, hermosa Leonisa, que cosa que me pidieras trujera consigo imposible de cumplirta; pero la que me pides me ha desengañado: ¿es por ventura la voluntad tan lijera que se pueda mover y llevar donde quisieren llevarla? ¿ó estarle ha bien al varon honrado y verdadero fingir en cosas de tanto peso? Si á tí te parece que alguna destas cosas se debe ó puede hacer, haz lo que mas gustares, pues eres señora de mi voluntad; mas ya sé