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El amante liberal.

determinacion, creyendo que se dejaria á Mario en casa; mas cuando el cadí la certificó que le habia de llevar consigo y á Mahamut tambien, tornó á mudar de parecer, y á desaconsejarle lo que primero le habia aconsejado, con las mas eficaces razones que su deseo le supo enseñar. En resolucion concluyó que si no la llevaba consigo, no pensaba dejarle ir en ninguna manera. Contentóse el cadí de hacer lo que ella queria, porque pensaba sacudir presto de su cuello aquella para él tan pesada carga. No se descuidaba en este tiempo Hazan bajá de solicitar al cadí le entregase la esclava, ofreciéndole montes de oro, y habiéndole dado á Ricardo de balde, cuyo rescate apreciaba en dos mil escudos, facilitábale la entrega con la misma industria que él se habia imaginado de hacer muerta la cautiva cuando el Gran Turco enviase por ella. Todas estas dádivas y promesas aprovecharon con el cadí no mas de ponerle en la voluntad que abreviase su partida; y así solicitado de su deseo y de las importunaciones de Hazan, y aun de las de Halima, que tambien fabricaba en el aire vanas esperanzas, dentro de veinte dias aderezó un bergantin de quince bancos, y le armó de buenas boyas, moros y algunos cristianos griegos; embarcó en él toda su riqueza, y Halima no dejó en su casa cosa de momento, y rogó á su marido que la dejase llevar consigo á sus padres para que viesen á Constantinopla: era la intencion de Halima la misma que la de Mahamut, hacer con él y con Ricardo que en el camino se alzasen con el bergantin; pero no les quiso declarar su pensamiento hasta verse embarcada, y esto con voluntad de irse á tierra de cristianos, y volverse á lo que primero habia sido, y casarse con Ricardo, pues era de creer que llevando tantas riquezas consigo, y volviéndose cristiana, no dejaria de tomarla por mujer. En este tiempo habló otra vez Ricardo con Leonisa, y le declaró toda su intencion, y ella le dijo la que tenia Halima, que con ella habia comunicado: encomendáronse los dos el secreto, y encomendándose á Dios, esperaban el dia de la partida: el cual llegado, salió Hazan acompañándolos hasta la marina con todos sus soldados, y no les dejó hasta que se hicieron á la vela, ni aun quitó los ojos del bergantin hasta perderle de vista; y parece que el aire de los suspiros que el enamorado moro arrojaba, impelia con mayor fuerza las velas que le apartaban y llevaban el alma; mas como aquel á quien el amor habia tanto tiempo que sosegar no le dejaba, pensando en lo que habia de hacer para no morir á manos de sus deseos, puso luego por obra lo que con largo discurso y resoluta determinacion tenia pensado: y así en un bajel de diez y siete bancos, que en otro puerto habia hecho armar, puso en él cincuenta soldados, todos amigos y conocidos suyos, á quien él tenia ob-