Creo que vivimos en un mundo en ebullición, en donde se perfilan nuevos valores y en donde, indiscutiblemente, los pueblos, las mayorías, tendrán derecho a estar presentes.
Creo, además, que ya gobiernos no socialistas de América Latina a través de sus Ministros de Relaciones reunidos en el organismo llamado CECLA, redactaron puntos de vista convergentes que fueron entregados por el Canciller de esa época, Gabriel Valdés, canciller del Presidente Frei. Y de paso señalo con satisfacción que fue en el año 1967, durante el gobierno del presidente Frei, que se activaron las conversaciones con Argentina que han culminado ahora, con esta resolución que enaltece a ambos pueblos y a ambos gobernantes, chileno y argentino.
Digo, entonces, que en ese documento de CECLA ya se planteaban puntos que nunca antes se tocaron. Y ya no hay gobernantes que se atreva a negar la necesidad de los cambios que permitan satisfacer las justas exigencias de los pueblos para tener derecho al trabajo, a la cultura, a la educación, a la salud, al descanso y a la recreación.
Este proyecto, en el campo de las relaciones económicas, por ejemplo, tiene que llevarnos a concluir que estos países tienen que romper la dependencia y crearse caminos diferentes, de acuerdo con su propia realidad, su historia, su indeosincrasia. Pero América Latina no puede continuar siendo el continente de las posibilidades para un futuro muy lejano y siendo el continente del drama de todos los días. Ciento cuarenta millones de latinoamericanos son semianalfabetos o analfabetos absolutos, 17 millones de cesantes, el 67 por ciento de los latinoamericanos se alimenta mal, la mortalidad infantil es elevada, el promedio de vida es muy bajo.
Sin embargo, somos países con riquezas ingentes y extraordinarias. De allí entonces, que frente a cada pueblo y a su propia realidad, serán sus propios gobernantes los que impulsen las medidas necesarias para encontrar cauces que les permitan aprovechar esas riquezas y ponerlas al servicio de sus pueblos.