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Es difícil, casi imposible, describir la profundidad la firmeza, el afecto del apoyo que nos fue brindado por el Gobierno y el pueblo mexicanos. Recibí tales demostraciones de adhesión, del Presidente Echeverría, del Parlamento, de las Universidades y sobre todo del pueblo, expresándose en forma multitudinaria, que la emoción todavía me embarga y me abruma por su infinita generosidad.

Vengo reconfortado, porque después de esa experiencia sé ahora, con certidumbre absoluta, que la conciencia de los pueblos latinoamericanos acerca de los peligros que nos amenazan a todos, adquiere una nueva dimensión, y que ellos están convencidos de que la unidad es la única manera de defenderse de este grave peligro.

Cuando se siente el fervor de cientos de miles de hombres y mujeres, apretándose en las calles y plazas para decir con decisión y esperanza: "Estamos con ustedes, no cejen, vencerán", toda duda se disipa, toda angustia se desvanece. Son los pueblos, todos los pueblos al sur del Río Bravo, que se yerguen para decir: "¡Basta! ¡Basta a la dependencia! ¡Basta a las presiones! ¡Basta a la intervención!". Para afirmar el derecho soberano de todos los países en desarrollo, a disponer libremente de sus recursos naturales.

Existe una realidad, hecha hecha voluntad y conciencia. Son más de doscientos cincuenta millones de seres que exigen ser oídos y respetados.

Cientos de miles de chilenos me despidieron con fervor al salir de mi Patria, y me entregaron el mensaje que he traído a esta Asamblea Mundial. Estoy seguro que ustedes, representantes de las naciones de la tierra, sabrán comprender mis palabras. Es nuestra confianza en nosotros lo que incrementa nuestra fe en los grandes valores de la humanidad, en la certeza de que esos valores tendrán que prevalecer. ¡No podrán ser destruídos!

(OVACION).


TRANSCRIPCIONES OIR/CVR.LVR.PLR.SGM.

(Y EQUIPO DE PRENSA OIR)