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cap.
darwin: viaje del «beagle»

salitrales (como los españoles impropiamente los llaman, tomando esta substancia por salitre) la vista no percibe mas que una extensa llanura de suelo negro y cenagoso, en la que vegetan dispersos algunos manojos de plantas crasas. Al volver a pasar por una de esas extensiones después de una semana de fuertes calores, queda uno sorprendido al ver blanquear la llanura en varios kilómetros cuadrados, como si sobre ella hubiera caído una capa de nieve, amontonada aquí y allá por el viento en pequeñas acumulaciones. Este último efecto se produce por depositarse las sales, durante la lenta evaporación de la humedad, en torno de las briznas de hierba seca, tocones de madera y terrones sueltos, en lugar de cristalizar en el fondo de las charcas de agua. Los salitrales se presentan en extensiones llanas que sólo se levantan alguno pies sobre el nivel del mar o en terrenos de aluvión que forman las márgenes de los ríos. Mr. Parchappe [1] halló que la incrustación salina de la llanura, a la distancia de algunas millas del mar, consiste principalmente en sulfato de sodio con sólo un 7 por 100 de sal común, mientras que más cerca de la costa la sal común aumentaba hasta un 37 por 100. Esta circunstancia hubiera inducido a creer que el sulfato de sodio se generó en el suelo por el clorhidrato que quedó en la superficie durante la lenta y reciente elevación de este seco país. El fenómeno, en su conjunto, es bien digno de que los naturalistas fijen en él su atención. ¿Tienen las plantas crasas salitrosas, que contienen mucha soda, según es sabido, el poder de descomponer el clorhidrato? ¿El légamo negro y fétido, que abunda en materia orgánica, suministra el azufre y, en último término, el ácido sulfúrico?


  1. Voyage dans l'Améríque Merid., por M. A. d'Orbigny. Part. hist. tomo I, pág. 664.