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de río negro a bahía blanca

aun entre la mezcolanza de bancos de cieno y gaviotas, montículos de arena y buitres solitarios. Al volver a caballo por la mañana pasamos por el rastro muy reciente de un puma o león americano, pero no logramos dar con él. También vimos un par de zorrillos o mofetas, animales repugnantes, que no dejan de abundar. El zorrillo es algo mayor que la mofeta ordinaria, pero se le parece en el porte general. Consciente de su poder, vaga en pleno día por la campiña abierta, sin temor a perros ni a hombres. Cuando algún can se le acerca para embestirle no tarda en quedar paralizado por la acción de un aceite fétido, que causa un violento malestar, destruyendo el olfato. Todo lo que ese aceite toca resulta inservible para siempre. Azara dice que el olor puede percibirse a una legua de distancia, y más de una vez lo he sentido a bordo del Beagle al entrar en el puerto de Montevideo, cuando el viento soplaba de la orilla. Es un hecho indudable que todos los animales dejan paso al zorrillo.