CAPITULO XV
7 de marzo de 1835.—Estuvimos tres días en Concepción, y luego zarpamos para Valparaíso. Como el viento soplaba del Norte, no llegamos a la boca del puerto de Concepción hasta el anochecer. En vista de que nos hallábamos cerca de tierra y de que una espesa niebla se nos venía encima, echamos anclas. Poco después apareció un gran barco ballenero norteamericano muy cerca de nuestro costado, y oímos al capitán yanqui increpar a sus hombres para que se callaran, mientras él prestaba oído a los rompientes. El capitán Fitz Roy le voceó en tono alto e inteligible que anclara allí mismo. El pobre debió figurarse que la voz procedía de la playa: al punto salió del barco una babel de gritos, en que todos mandaban: «¡Abajo el ancla! ¡Largar cable! ¡Recoger velas!» Aquello era lo más cómico que jamás he oído. Si la tripulación se