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Contraté un hombre con dos caballos para que me llevaran a Bathurst [1], aldea del interior, situada a unas 120 millas de la costa, centro de una gran región pastoril. De este modo esperaba formar una idea general del aspecto del país. En la mañana del 16 de enero partí para mi excursión. La primera jornada nos llevó a Paramatta, pequeña ciudad rural que sigue en importancia a Sydney. Los caminos eran excelentes y construídos según el principio de Mac Adam, de piedra molida, traída al efecto de varias millas de distancia. En todos los pormenores se notaba un estrecho parecido con Inglaterra, aunque acaso las cervecerías eran aquí más numerosas. Sin embargo, una particularidad me llamó la atención, y fueron las cuerdas de reos condenados a trabajos públicos; cumplían su sentencia llevando la cadena y vigilados por centinelas con las armas cargadas. La facultad que tiene el gobierno de abrir caminos por todo el país mediante el trabajo forzado ha sido, a mi juicio, una de las causas que más han contribuído a la rápida prosperidad de esta colonia. Dormí en una parada muy cómoda, junto al embarcadero de Emu, a 35 millas de Sydney, no lejos de la subida a las Montañas Azules. Esta ruta es frecuentadísima, y el territorio por donde pasa, el primero que se pobló en la colonia. Todas las fincas tienen cercas de estacas, porque los granjeros no han logrado aclimatar plantas de seto. Hay aquí muchas casas importantes y buenas quintas, diseminadas por toda la comarca; pero aunque se cultivan ya grandes extensiones, la mayor parte permanece tan yerma como cuando se descubrió.

La extrema uniformidad de la vegetación es el rasgo más notable del paisaje en casi toda Nueva Gales del


  1. Esta ciudad—aldea cuando Darwin la visitó—tiene hoy 11972. habitantes y, es centro agrícola, fabril y minero de primer orden.—Nota de la edic. española.