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cap.
darwin: viaje del «beagle»

láminas pétreas, recién sacadas del agua, son ásperas y no viscosas al tacto, y exhalan un olor fuerte y desagradable. La propiedad urticante parece variar en los diferentes ejemplares; cuando se aprieta o frota un trozo de estos corales contra la piel de la cara o brazo, se produce de ordinario una sensación de comezón, que principia en el intervalo de un segundo y dura unos minutos. Un día, sin embargo, con sólo aplicar a mi cara una de las ramas, sentí al punto el escozor, el cual aumentó, como de costumbre, a los pocos segundos, y, manteniéndose vivo por algunos minutos, duró una media hora. La impresión era tan desagradable como la de las ortigas, pero más parecida a la que producen las medusas o Physalia. En la piel fina del brazo aparecieron unas manchitas rojas con aspecto de convertirse en ampollas; pero no sucedió así. M. Quey menciona este caso de las Milleporas, y tengo noticias de corales urticantes en las Antillas. Varios anímales marinos tienen esta propiedad de urticar; además de la Physalia, de varios pulpos y de la Aplysia o liebre de mar, de las Islas de Cabo Verde, se afirma en el viaje del Astrolabio que una Actinia o anémone de mar y una coralina flexible afín a la Sertularia poseen estos medios de ofensa y defensa. En el mar de las Indias Orientales se ha encontrado un alga urticante, según se dice.

Dos especies de peces del género Scarus, comunes aquí, se alimentan exclusivamente de coral; ambos están teñidos de un espléndido verde azulado, y la una vive invariablemente en la laguna, mientras la otra habita entre los rompientes exteriores. Mr. Liesk nos aseguró que, había visto repetidas veces bancos enteros de peces royendo con sus mandíbulas óseas las sumidades de las ramas de coral. Abrí, en efecto, los intestinos de varios, y los hallé distendidos por un cieno de arena calcárea amarillenta. Las viscosas y repugnantes Holothuria (afines a nuestras estrellas de