tariamente á las llanuras orientales, como en otro tiempo los obligaban los españoles á bajar á la fuerza, cediendo hoy á la tentacion de los considerables salarios que ganan en los lavados auríferos, sufren una mortalidad espantosa. Sin embargo, habiendo encontrado todavía M. Forbes en las llanuras dos familias que habian sobrevivido durante dos generaciones, notó que habian heredado áun sus particularidades características. Era, con todo, evidente, ya á primera vista, que todas estas habian disminuido, y su medicion exacta probó que sus cuerpos tenian ménos longitud que los de los hombres de las mesetas, mientras sus fémures se habian alargado, lo propio que sus tibias, aunque en menor grado. Estas notables observaciones, á mi modo de ver, prueban evidentemente que una residencia en una gran altura, durante muchas generaciones, propende á causar modificaciones hereditarias en las proporciones del cuerpo, tanto directa como indirectamente.
Por mas que el hombre puede no haberse modificado mucho durante los últimos períodos de su existencia, por causa de un aumento ó disminucion en el uso de algunas partes ó miembros de su cuerpo, los hechos que acabamos de señalar prueban que su aptitud para ello no se ha perdido, y sabemos de la manera más positiva que la misma ley se hace extensiva á los animales inferiores. De ello podemos, pues, inferir que cuando en una época remota los antecesores del hombre se hallaban en un estado de transicion, durante el cual de cuadrúpedos se transformaron en bípedos, los efectos hereditarios del aumento ó la disminucion en el uso de las diferentes partes del cuerpo habrán prestado un auxilio importantísimo á la seleccion natural.
Límites de desarrollo.—El límite de desarrollo difiere