haberlo sido de los efectos hereditarios del aumento de uso de algunas partes, ó de la accion recíproca que ejercen unas sobre otras. No es dudoso que estas causas de cambios obren y reaccionen entre sí; cuando ciertos músculos, y las aristas huesosas á que están unidos, se desarrollan por el uso habitual, se vé en ello una prueba de que desempeñan una parte útil, que favorece á los individuos en los que más aumentan, los cuales propenderian á sobrevivir en mayor número.
El uso libre de brazos y manos, en parte causa y en parte efecto de la posicion vertical del hombre, parece haber ocasionado indirectamente otras modificaciones de estructura. Los antecesores primitivos masculinos del hombre estaban probablemente, como hemos visto, provistos de fuertes caninos; pero habiéndose acostumbrado poco á poco á servirse de piedras, mazas ú otras armas para combatir á sus enemigos, debieron dejar de valerse, para tal uso, de sus mandíbulas y dientes, resultando de aquí la disminucion del tamaño de unas y otros, como nos lo prueba una porcion de hechos análogos.
Según afirman Rüttmeyer y otros, los efectos que el gran desarrollo de los músculos de las mandíbulas ha producido en el cráneo de los machos de los monos antropomorfos adultos, hacen precisamente que aquel difiera tan considerablemente del del hombre, prestando al mono la innoble fisonomía que lo caracteriza. Por consiguiente, habiéndose reducido por grados las mandíbulas y los dientes en los antecesores del hombre, su cráneo adulto debió presentar aproximadamente los mismos caracteres que posee en los monos antropomorfos de pocos años, llegando de este modo á parecerse mucho más al del hombre existente. Una gran reduccion de los dientes caninos de los machos habrá afectado sin duda por herencia á los de las hembras.