cies distintas, y darlas este nombre arbitrario, si sus diferencias, aunque leves, hubiesen sido más persistentes que ahora, sin presentar tránsitos graduales de unas á otras.
Es posible, aunque poco probable, que los primeros antecesores del hombre hayan divergido, primeramente por sus caracteres, hasta llegar á ser más distintos entre sí de lo que lo son las razas existentes; y que, ulteriormente, como indica Vogt, hayan convergido por sus caracteres.
Aunque las razas humanas actuales difieren por muchos conceptos, tales como el color, los cabellos, la forma del cráneo, las proporciones del cuerpo, etc., si se las considera en el conjunto de su organizacion, se vé que se parecen en alto grado por una multitud de puntos. Gran número de estos son tan insignificantes ó de tan peregrina naturaleza que no es presumible se hayan adquirido de una manera independiente por especies ó razas primitivamente distintas. La misma observacion se aplica de una manera igual y aun más marcada á los puntos de similitud mental que existen entre las razas humanas más distintas. Los indígenas americanos, los negros y los Europeos difieren tanto por su inteligencia como otras tres razas cualesquiera; sin embargo, durante mi estancia entre los indígenas de la Tierra de Fuego, á bordo del Beagle, me causó profunda sorpresa el observar en estos últimos gran número de rasgos característicos, que evidenciaban cuán parecida era su inteligencia á la nuestra; lo mismo pude observar en un negro de pura raza con quien estuve tiempo atrás en íntimas relaciones.
La lectura de las interesantes obras de M. Tylor y de sir J. Lubbock, impresiona profundamente al probar la semejanza que existe entre los gustos, disposiciones y costumbres de los hombres de todas las razas. Pruébalo