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el orígen del hombre.

ceder que por inadvertencia no valuáramos en lo debido la actividad mental de los animales superiores, y sobre todo, del hombre, cuando comparamos sus actos de memoria, prevision é imaginacion, con otros muy parecidos efectuados instintivamente por animales inferiores; en este último caso, la aptitud para efectuar estos actos habrá sido adquirida, poco á poco, por la variabilidad de los órganos mentales y la seleccion natural, sin que haya contribuido á ello la conciencia inteligente del animal en cada generacion. No cabe duda alguna, como lo indicó Wallace, de que una gran parte del trabajo inteligente efectuado por el hombre se debe á la imitacion y no á la razón; pero media entre sus actos y los de los animales inferiores la gran diferencia de que el hombre no puede, con sus solos hábitos de imitacion, hacer de una vez, por ejemplo, una hacha de piedra ó una piragua: es preciso que aprenda á ejecutar su obra mediante la práctica; en cambio, un castor puede construir su dique á un canal, y una ave su nido, tan perfectamente la primera vez que lo intenta como en su edad más avanzada.

Volviendo á nuestro principal objeto: los animales inferiores, lo propio que el hombre, sienten evidentemente el placer y el dolor, la dicha y la desventura. Seria imposible contemplar otra expresion más aparente de gozo que la que presentan los perros, gatos y otros animales en su infancia, cuando, como nuestros niños, juegan entre sí. Hasta los mismos insectos parecen gozar, como lo ha descrito P. Huber, quien ha visto retozar mútuamente á las hormigas como los perrillos en sus primeros meses.

Tan conocido me parece el hecho de que los animales pueden ser excitados por las mismas emociones que nosotros, que no quiero importunar sobre este punto á mis