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VIII.
Le odié ministro y le admiré poeta;
Hoy que la unión le engancha en sus pendones,
Su lira, sus discursos, sus blasones
No valen para mí ni una peseta.
El yelmo de su escudo es ya veleta;
Huelen á memorial sus producciones,
Y á través de su alcurnia y sus doblones
Se descubre el amor á la chuleta.
Si respeto le tuve de polaco,
Hoy al mirarle vuelta la casaca
Me parece un solemne monicaco:
Y á pesar de sus cruces y su placa,
No le doy más altura que á un macaco
Ni más entendimiento que á una jaca.
Madrid, 1865.