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XVII
 

Seria forzoso detenernos más todavía, si hupiésemos de notar todas las bellezas de primer órden que encierra esta novela; pero nos abstenemos por temor de cansar á nuestros lectores.

Solo diremos que desde Cervantes hasta nuestros dias, ningun novelista español ha llegado á tanta perfeccion en la mezcla del utile dulci de que nos habla Horacio, ni en ninguno del mundo se encuentra una moral más pura y más instructiva.

Segun Saint—Marc Girardin, el profesor en la facultad de letras en París, los buenos sentimientos que Dios envia al hombre, no solo se manifiestan en su alma, sino en sus maneras, en su actitud, en su lenguaje. Son una especie de transfiguraciones fugitivas, de que el poeta y el novelista, el pintor y el escultor, si aman al hombre y lo respetan, si ljuzgan que su alma y su cuerpo son una efigie de Dios, deben apoderarse para representar con las unas la belleza moral, y con las otsas la belleza física. Mas para tomar estos rasgos divinos del cuerpo y del alma humana, es forzoso inteligencia que busque la belleza y ojos que la sepan ver. Walter Scott tiene en un grado

Clemencia.
Tomo II. 2