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hasta recurren á las mismas palabras para expresar idénticos pensamientos; y para que el parecido sea mayor, ambos merecen mas reputacion de la que gozan, porque á ninguno de los dos se ha hecho completa justicia.

—Cuatro palabras para concluir. Clemencia tendrá tal vez, muchas bellezas y algunos defectos que no habremos hecho notar: no hacemos profesion de críticos, y lo confesamos ingénuamente; pero amantes de nuestras glorias literarias como el que más, no podemos ver pasar casi desapercibidas obras como la de Fernan Caballero. Si ha de haber literatura, es indispensable que haya crítica.

¿Qué alicientes le quedan sino á esos jóvenes, que llenos del amor al arte, se dedican á él con toda su alma, en una nacion en que el trabajo intelectual no se remunera; en que la literatura no es una profesion; en que tan difícil es alcanzar un nombre?

Díganlo las novelas inéditas de nuestros jóvenes poetas; díganlo sus obras dramáticas, llenas de polvo y durmiendo tranquilamente sobre el pupitre de algun erudito empresario de teatros. Pues si, cuando en fuerza de tiempo, habilidad y constan-