berle reclamado en nombre del catolicismo para restituirle á la Iglesia, hemos de parecerle audaz en extremo. Más de veinte años há que el bibliógrafo americano quiere monopolizar la grande imagen, y aunque proyecta esculpirla algún día á su modo, en tanto la va demoliendo por partes.»
Hasta aquí la dureza de la forma no excluye la elección de la palabra; de ésta prescinde, asombrado ante la increíble evidencia de ser Genova la ciudad que dio cuna á Colón, la que instigada por el clero se ha opuesto á su glorificación religiosa. Por jefe del complot señala á un curilla de Saona — Angelo Sanguineti, canónigo y académico, — autor de una extensa biografía de Colón, que el Conde reprueba por plagio protestante de la de Washington Irving, propio de un abogado del diablo; así le dedica el libro que ha titulado Satanás contra Cristóbal Colón.
«El insípido Cornelio Desimoni, añade, no contento con admirar á su colega de Academia (Sanguineti), por complacerle ha osado atacarnos en francés. El buen hombre esperaba el honor de una respuesta; puede esperarla sentado. Su francés funambulesco