Roselly, es la ingratitud de España y de los españoles, que en la historia fraguaron una conspiración contra el Descubridor. Todas las naciones guardan en sus museos como reliquias los objetos usados por sus grandes hombres; los antiguos colocaron entre los astros la nave que intentó la navegación á la Colchida. Sólo de Colón no hay nada. De él no hay quizá un verdadero retrato.
Es, según se advierte, el señor Arzobispo, imitador del Conde de Roselly, aunque más mesurado, si menos elegante, en el estilo. La observación de carecer de monumentos las sepulturas de Pizarro, Velázquez, Cortés, Ojeda, despiertan en su razón la duda de no haber sido sólo para Colón ingrata España. ¿Sería, pues, un sistema? pregunta.
Sí: sistema era; pero sistema universal que los arqueólogos conocen. Por otro lado, aunque no lo fuera, los hombres grandes en virtud, letras ó armas abundaban tanto en la España de aquellos tiempos, que no bastaran las rentas de la nación á erigir mausoleos dignos de la celebridad de cada uno. Los reyes, aquí como en otros pueblos, cuidaban de fabricarlos á la memoria de sus padres, dejando al cuidado y respeto de los