razón y la prudencia. Verdad asimismo que el prejuicio es á la inteligencia lo que los vidrios de color á los ojos, y que no se persigue por vida una idea sin que á cualquier otra se sobreponga. Por ello acaso tenga explicación el arrojo con que penetra el Conde en asuntos delicadísimos de suyo, sin conocer los anales, las costumbres ni el país á que afectan, como el empeño de comentar documentos redactados en idioma que no entiende.
Más raros efectos de alucinación se han visto que el de estigmatizar á una nación por el pecado de acoger benévolamente al desconocido que venía cansado de ofrecer de corte en corte el mundo que nadie quería, y de poner á su disposición naves, hombres, dinero, autoridad, prestigio para el comienzo de empresa temeraria, con el resultado doblemente pecaminoso de asentar en el nuevo continente, á la par del habla y las costumbres, la civilización.
Ello es que el autor de la Historia de Colón, al pretender mostrar el héroe apostólico como instrumento de la Providencia, señalando los misteriosos indicios del augusto mandato que nadie había observado en me-