biendo dado tan mala cuenta en dos ensayos, el Rey, sin negativa absoluta, no lo acordaba, mostrándose dispuesto á complacerle en todo lo demás, sometiéndolo al árbitro que el mismo Almirante designase; mas precisamente era todo esto en lo que menos pensaba, pues respondió al Rey que en lo tocante á hacienda y rentas podían señalarse letrados, pero en lo de la gobernación no; queriendo asentar que esto se le debía sin género de duda.80
Por encima de la inconveniencia palaciega de la importunidad, parece que no dejó de perjudicarle por entonces la petición insistente de castigos á Ovando, á Roldan, á los Porras, y á otros menos significados81 y en efecto, se advierte que de once cartas dirigidas á su hijo D. Diego, que publicó Navarrete,82 siete van encaminadas á reclamar contra ellos, como si hubieran sido escritas para desautorizar á su futuro encomiador Condal, lo mismo que aquélla que envió á Ovando, asegurándole veía su firma como si fuera la de sus hijos, y deseaba ver presto otra que en vez de El Comendador dijera El Maestre,83 y la que tratando de D. Juan de Fonseca, reza: «Si el señor Obispo de Pa-