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Introduccion.

sentarse, ó por lo ménos á traducirlas y acomodarlas á la capacidad de los oyentes; tarea en que más adelante les ayudaron los colegiales indios de Tlatelolco. Tambien el lugar de la escena era muy otro. Los templos, aunque grandes y suficientes para los dias ordinarios, no bastaban á contener el numeroso concurso de las grandes solemnidades, y fué preciso inventar las capillas de muchas naves con el frente descubierto, para que la multitud congregada en los amplísimos atrios, gozara de las ceremonias y festejos. Modelo de tales capillas fué la famosa de S. José de México, construida por Fr. Pedro de Gante, y que venia á ser como la catedral de los indios; tan superior á la de los españoles, que estos mismos la preferian para sus fiestas extraordinarias. En ella se hicieron el año de 1559 las suntuosas exequias del Emperador Cárlos V. Pero ni ese ensanche bastó á los indios, quienes acabaron por sacar á campo abierto el regocijo que no cabia ya en templos ni atrios, aprovechando la carrera de las procesiones, para ostentar en toda ella sus invenciones de enramadas, arcos de flores, altares, músicas y danzas. Así pudieron también aumentar el aparato de las representaciones, y elegir asuntos que no se avenian á encerrarse en las iglesias ó en los patios. Los indios mismos eran, por supuesto, los actores, y parece que no desempeñaban mal sus papeles [1]; pero no hallo mencion de actrices, que acaso se suplian con muchachos. No era extraño, por otra parte, á los indios el oficio de representante, porque en su gentilidad le usaban, haciendo entremeses ó farsas, en que algunas veces se disfrazaban de animales; costumbre que conservaron aun en las fiestas cristianas. [2]

En casi todas estas se representaban pasajes de la Escritura, [3] y nunca se omitia el auto del ofrecimiento de los Reyes Magos al Niño Dios, en el dia de la Epifanía: festividad que los indios consideraban como propia suya, por ser la de la vocación de los gentiles á la fe. [4] Las crónicas antiguas no nos han trasmitido únicamente la noticia general de las representaciones sacras de los indios, sino que dan tambien la relacion particular de varias de ellas; y aunque carecemos del texto de las piezas, se sabe lo bastante para comprender su argumento y estructura. A juzgar por los datos conocidos, no eran propiamente piezas dramáticas, ni se ocurria á la intervención de personajes alegóricos, sino que se reducian á poner

  1. Motolinia, Historia de los Indios de Nueva España, trat. I, cap. 15.
  2. Acosta, Historia Natural y Moral de las Indias, lib. V, cap. 29.
  3. Mendieta, Historia Eclesiástica Indiana, lib. IV, cap. 19.
  4. Motolinia, Hist. de las Ind., trat. I, cap. 13.