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abrirse paso por encima de los cadáveres. Los primeros que vadearon el río, rodeados de la caballería, perecieron. Viendo los enemigos fallidas sus esperanzas de la conquista de la plaza y del tránsito del río, como también que los nuestros no querían pelear en sitio menos ventajoso, y ellos comenzaban a sentir escasez de alimentos, juntados a consejo, concluyeron ser lo mejor retirarse cada cual a su casa, con el pacto de acudir de todas partes a la defensa del país que primero invadiesen los Romanos, a fin de hacer la guerra con más comodidad dentro de su comarca que fuera, y sostenerla con sus propias abundantes cosechas. Moviólos a esta resolución, entre otras razones, la de haber sabido que Diviciaco y los Eduos se iban acercando a las fronteras de los Bellovacos, los cuales por ningún caso podían sufrir más largas sin socorrer a los suyos.

XI. Con esta determinación, arrancando hacia media noche con gran ruido y alboroto, sin orden ni concierto, apresurándose cada cual a coger la delantera por llegar antes a casa, su marcha tuvo visos de huída. César, avisado al instante del hecho por sus escuchas, temiendo alguna celada, por no haber penetrado todavía el motivo de su partida, se mantuvo quieto con todo su ejército dentro de los reales. Al amanecer, asegurado de la verdad por los batidores, envía delante toda la caballería, cargo de los legados Quinto Pedio y Lucio Arunculeyo Cota, con orden de picar la retaguardia enemiga. Al legado Tito Labieno mandó seguirlos con tres le-