doras, se partid para la Imperial, donde fué recibido como en triunfo.
Después envió á los habitantes de la nueva ciudad un grueso convoy de víveres, baxo la escolta de un buen cuerpo de tropas, las quales fuéron derrotadas por otro cuerpo de Araucanos, en el estrecho paso de Cayucupil. Pero habiendose estos entretenido, fuera de proposito, en tomar el bagage, los Españoles pudieron escapar de sus manos con poca pérdida, y llegar á la plaza destinada. Aquellos ciudadanos los acogieron con las mayores demostraciones de alegria, por el auxîlio que podian recibir de ellos en el caso que Caupolican tentase, como se vociferaba, desalojarlos de aquel puesto. Estos rumores no eran mal fundados. El infatigable General Araucano, al qual las desgracias mismas parece que le infundian mayor valor, dió poco despues un terrible asalto á la plaza, en el qual sus tropas, dignas de tener mejores armas, sostuvieron por el espacio de cinco horas continuas el vivísimo fuégo de los enemigos, ya escalando la estacada, ya arrancando, ó quemando los leños. Pero conociendo que no bastaba el valor para acertar en aquella dificil empresa, determinó suspender la execucion, y buscar entre tanto otra deliberacion para conseguir el fin.
Con esta mira persuadió á uno de sus Oficiales llamado Pran, que tenia reputacion de