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de una lucha intestina, en vez de emplear las armas mortíferas que nosotros usamos, se limitaban á vestirse de trajes fantásticos: cubrían su cabeza con máscaras, representando monstruos extraños, y avanzaban hacia el adversario produciendo ruidos que imitaban el rugido de seres feroces. Su único propósito y su única esperanza eran asustar al adversario. No puedo creer ni admitir que la juventud metropolitana, á quien creo y sé capaz de todas las heroicidades, se haya reunido y buscado el concurso de los hombres más distinguidos que honran á nuestro país, con el sólo, único é infantil propósito de imitar á los antiguos guerreros chinos.
No: el móvil verdadero que ha