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su impotencia, puesto que ni siquiera ha pretendido iniciar una campaña independiente.
Pero si no existiera esta confesión propia, tendríamos muy cerca otra prueba palpable. Ese partido no ha podido gobernar por sí solo ni siquiera la provincia de Buenos Aires, centro de sus mayores y mejores elementos. Para llegar á ese gobierno y mantenerse en él, ha necesitado el concurso del partido nacional, sin el cual es notorio que el gobierno se hubiera hecho imposible. El partido nacional le prestó su concurso incondicional y desinteresado, no en vista de recompensas ó consideraciones ulteriores,—puesto que sabe que en política nada hay más común que el fácil sacrificio de la grati-