tertulias a que Benavidez concurría; las ruedas de gallo y las carreras a que nunca faltaba. La certidumbre de la impotencia y la conciencia del temor habían concluido por arraigar la costumbre de no pensar ni querer más allá de los estrechos límites de una existencia poco menos que animal. Aquello no era abyección ni abandono; era la vida social sin alma sin pensamiento; el aislamiento, el silencio y el marasmo de un pueblo.»
« La parte política, principalmente, en cuanto a las personas, siempre se resintió muy saludablemente del carácter bondadoso, manso y dúctil de Benavidez. Sin embargo de Rosas y del temor de los jefes de línea y sus sugestiones, la provincia no fué ensangrentada como otras y sirvió do refugio en muchos casos. Había paz o tranquilidad, muy semejante a la de la muerte, es cierto, pero no era enteramente la muerte. El gobierno de Benavidez consistía en no gobernar, y su política en tolerar y comadrear con todos.»
Pero, no obstante la autorizada opinión del señor Rojo sobre el carácter bondadoso, tolerante y manso del general Benavidez, bueno es recordar que tales virtudes no fueron óbice para que aún después de caído Rosas, en el año 1853, mandara encarcelar al doctor Rawson y colocarle una pesada barra de grillos en las piernas, como emblema de tolerancia hacia las ideas de resurgimiento y libertad institucional que predicaba con entusiasmos de redentor.