Página:Conferencia sobre el Dr. Guillermo Rawson - Eliseo Cantón.djvu/54

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hermosos discursos durante las sesiones de los días 21 y 23 de Mayo de 1866.

Pero es que, en aquellos tiempos y para aquellos ministros, una interpelación no era motivo de zozobras e intranquilidades, y sí, por el contrario, de satisfacciones infinitas. Concurrían al congreso como quien asistía a un torneo donde se luchaba con las armas de la ilustración, talento y elocuencia, en un ambiente de alta cultura y respeto mutuo. Rawson, en esa arena, a veces caldeada por la pasión política, crecía y se agigantaba, cual gladiador del pensamiento, cuyo arte de luchador magistral, y palabra de armonías arrebatadoras, lo hacían invencible.

La guerra del Paraguay, con sus alternativas y problemas, preocupó grandemente su actuación ministerial; no es aventurado decir que el vice presidente doctor Marcos Paz y él, soportaban por entonces todo el peso del gobierno del país. Quizás esta circunstancia mediara para que fuese tan sentido el discurso pronunciado al dar el postrer adiós, en el acto de ser inhumados, a los restos de aquel gran argentino y amigo suyo, en 1868.[1] En acto tan triste, como que era el fruto de la conjuración de dos calamidades públicas que azotaban la república, la guerra y el cólera, decía, en su oración fúnebre, el que había sido su gran ministro.

...« El ha estado, señores, a la altura de la prueba. En estos largos días de esperanza, de

  1. Discurso pronunciado en la Recoleta al ser depositados los restos del Dr. Marcos Paz, el día 3 de Enero de 1868.