Página:Constitución de las Provincias Unidas en Sudamérica (1819).djvu/22

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cerlos dueños de vidas y haciendas, dexandolos correr en esta brutal posesion muchos dias !ple, aratasim La posteridad se asombrará de la ferocidad, con que se han encarnizado contra nosotros unos hombres interesados en la conservacion de las Américas; y nunca podrá admirar bastantemente el aturdimiento con que han pretendido castigar un paso que estaba marcado con sellos indelebles de fidelidad y amor.

El nombre de Fernando de Borbon precedia en todos, los decretos del gobierno, y encabezaba sus despachos. El pabellon español tremolaba en nuestros buques, y servia para inflamar nuestros soldados. Las Provincias, viendose en una especie de orfandad por la dispersion del gobierno nacional, por la falta de otro legitimo y capaz de respetabilidad, y por la conquista de casi toda la metrópoli, se habian levantado un Argos, que velase sobre su seguridad, y las conservase intactas para presentarse al cautivo rey, si recuperaba su libertad. Era esta medida imitacion de la España, incitada por la declaracion que hizo á la América parte integrante de la monarquia, é igual en los derechos con aquella; y habia sido antes practicada en Montevideo por consejo de los mismos españoles. Nosotros ofrecinos continuar los socorros pecuniarios, y donativos voluntarios para proseguir la guerra, y publicamos mil veces la sanidad de nuestras intenciones, y la sinceridad de nuestros votos. La Gran Bretaña, entonces tan benemerita de la España, interponia su mediacion y sus respetos, para que no se nos diese un tratamiento tan duro y tan acerbo.

Pero estos hombres obcecados en sus caprichos sanguinarios, desecharon la inediacion, y expidieron rigurosas órdenes á dtoos los generales, para que apretasen mas la los guerra y