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ISONDÚ
40.
Las dos aves.
Desde encorvado ramaje, en las aguas de un raudal, admiriba un pavo real la pompa de su plumaje.
Un ruiseñor entre tanto escondido en la espesura
llenaba monte y llanura
con la nota de su canto.
Y dijo el pavo : —¡Hay torpeza! ¡Venir a sentar reales
donde brillan sin rivales
mi lujo y mi gentileza!
Largo silencio guardó
un filósofo que oía;
mas cuando la noche umbría llanura y monte cubrió,
y que de uno y otro actor
más indicio no quedaba
que el canto que modulaba
el selvático tenor : :
— Venga — dijo en este punto — el necio opulento y hable,
si de su esplendor instable
no es este caso trasunto.