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184 ISONDÚ


Concluía la misa cuando Belgrano mandó traer a la Matriz la Bandera que, conducida por el barón de Holm- berg, había tremolado toda la mañana en el balcón central del cabildo. Al ver que la sacaban para llevarla a la igle- sia, hubo gran agolpamiento y rumor de pueblo en la gente que, por ser estrecho el templo, aguardaba en la plaza. Y dentro de la iglesia hubo entre la concurrencia gran emoción y. expectativa, al ver que entraba el nuevo es- tandarte en el sitio donde antes no llegara sino el estan- darte del rey; y que tomándolo Belgrano por el asta, se adelantó hacia el altar en que el doctor don Juan Ignacio” Gorriti terminaba su misa. El doctor Gorriti, revestido, y volviendo la cara hacia el pueblo, trazó en el aire la señal de la cruz; y como si todos fuesen ritos de un mismo culto, bendijo, en nombre de Dios, aquella enseña de la patria naciente. En la nave y en las almas reinó un silencio eterno. Subió Gorriti al púlpito — por la escala donde los indios habían grabado en tiempo de los jesuí- tas la escala de Jacob — y desde lo alto de aquella cá- tedra que su elocuencia haría histórica, explicó la sig- nificación del símbolo que acababa de consagrar.

Voces de regocijo en el templo cuando concluyó la ceremonia. Entre la confusión del público impaciente, Belgrano volvió a entregar la Bandera al barón de Holm- berg, para que tornase a ponerla en el balcón del cabildo, El pueblo, al verla salir presidiendo el cortejo, estalló, de un ángulo a otro de la plaza, en vivas estruendosos y aclamaciones formidables. La tropa señaló aquel momento con otras quince salvas de sus cañones. Con ellas pro- mediara la jornada; y pasó la siesta entre comentarios y desfile de pueblo ante los balcones del ayuntamiento.

Por la tarde, las ceremonias de la Bandera alcanzaron su significación laica y democrática. Vino Belgrano hasta