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270 ISONDÚ


Los indios reducidos, en efecto, abundaban entre nos- otros; el clima era benigno; el trabajo pecuario y agrícola realizábase en condiciones más humanas que la pesquería de perlas o la extracción de metales. Por otra parte, los colonos españoles del Plata no igualaban sino por excep- ción a nobleza tan esclarecida como la de Méjico y Perú, y sus empresas no eran tan pingiles como para costearse el lujo de numerosos esclavos. Los peligros y azares con que se realizaba el tráfico de los negreros, encarecía su botín. Cautivados a sangre y fuego en sus aldeas africa- nas, de cada cien :egros perdíase la mitad : unos hasta el embarque, otros en la travesía y el mercado; pestes y nostalgias les consumían también; de modo que al ven- derlos en América se necesitaba cubrir con los salvados el precio de los que se perdían. Agréguese a ello que si las leyes de Indias, imponían fidelidad y obediencia al esclavo, prescribían para el amo la obligación de vestirle, alimentarle, alojarle en condiciones higiénicas, de ser piadoso en el trabajo de las mujeres y los niños. Todo eso contribuyó para que el africano fuese en el Río de la Plata, no un obrero rural, porque el indio y el mestizo abundantes lo reemplazaban con ventaja, ni una recua de carga o animal de labor, sino objeto de lujo y signo de señorío.

RICARDO ROJAS. El Blasón de Platas.*.