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362 ISONDÚ


Basta una señal del jefe para disparar sus corvejones y salvar cincuenta leguas con el plausible fin de tomarse un sorbo de agua, o para divertirse de lo lindo en la persecución de algún guanaco zonzo.


A. Della Valle. La quemazón

Saciados de coirón en algún valle, una pequeña invi- tación les incita al escape tras el postre de fresas en otro prado remoto.

En las noches claras del verano, cuando en la arena asolada de la pampa les hormiguea el insomnio, les parece muy lógico escalar la luna en una cumbre, o abanicarse con araucarias entre las camelias blancas del glaciar.