Página:Crónica de la guerra hispano-americana en Puerto Rico.djvu/122

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
92
A. RIVERO
 

caer de nuevo, aquellas sábanas y almohadas quedaron aprisionadas entre dichos ladrillos y las vigas; así permanecieron por muchos días, siendo objeto de la curiosidad pública.

En el mismo edificio otra granada de tiro rápido atravesó, una tras otra, cinco puertas que estaban abiertas en una sección de water-closets y lastimando a una hermana de la Caridad, penetró en la capilla y cayó sobre el altar, descansando sobre su base, y sin hacer explosión, ante una imagen de la Virgen que allí había.

Estado ruinoso en que quedó el cuartel de Ballajá después del bombardeo.

En San Cristóbal ocurrió algo muy parecido: otro proyectil que no tenía o había perdido su espoleta, perforó un muro de nueve pies de espesor; entró en la capilla, convertida a la sazón en repuesto de cartuchos y, lo mismo que el anterior, quedó en posición vertical, frente a una imagen de Santa Bárbara, patrona del cuerpo de artillería.

En el Campo del Morro, un soldado de infantería, que era ordenanza del doctor Goenaga, fué destrozado por un proyectil que, con la violencia de su explosión, le despojó de todas sus ropas, apareciendo el cadáver desnudo y conservando calzado el pie derecho. Otro artillero, que prestaba servicios en el castillo del Morro y junto al cual hizo explosión una granada de gran calibre, quedó en cueros, recibiendo únicamente algunas heridas leves. Este artillero fué asistido por el doctor Pedro del Valle.

En las fortificaciones.—En el Morro se anotaron 32 impactos, algunos de los cuales causaron serias averías, como el que destruyera la parte alta del faro; aun pue-