RAÍZ de la segunda guerra de Cuba, el teniente general marqués de Polavieja, presidente de la Cruz Roja Española, nombró delegado general de la misma en Puerto Rico al noble y bondadoso asturiano Manuel Fernández Juncos, quien recibió la más amplia autorización para designar todos los oficiales, facultativos y subalternos.
Manuel Muñoz Barrios fué elegido presidente de la Comisión Provincial, y la ilustre dama Dolores Aybar de Acuña aceptó igual cargo, al frente de la Sección de Damas.
Puse manos a la obra, elegí con el mayor cuidado y tacto posibles los jefes y oficiales principales, así para la sección de hombres como para la de damas; les di instrucciones para la elección de cargos secundarios y de adeptos en toda la Isla; se repartieron los títulos y salvoconductos para el personal, en caso de guerra, y se organizaron clases y conferencias para instruir al personal activo.
Hecho esto, solicité la cooperación pecuniaria del país, que respondió generosamente, sin distinción de opiniones ni de procedencias, y se adquirió en tiempo, con holgura, todo lo más necesario y perfecto para cualquier caso de emergencia que pudiera ocurrir.
Ni un solo médico de los solicitados se excusó de prestar su concurso entusiasta y gratuito; ningún cirujano menor negó su ayuda ni titubeó al suscribir su cumpromiso de obligaciones; en la sección de damas hubo también ofrecimientos gratuitos para enfermeras, y la Cruz Roja extendió bien pronto sus brazos caritativos por toda la extensión del país.