fuerzas podrían acudir con toda prontitud, en caso necesario, a defender la Madre Patria.
El acuerdo anterior fué consignado en un acta que firmaron: Pascual Cervera, José de Paredes, Juan V. Lazaga, Emilio Díaz Moréu, Víctor M. Concas, Antonio Eulate, Joaquín Bustamante, Fernando Villaamil.
Al siguiente día el almirante Cervera escribió una carta confidencial al ministro dándole detalles del acuerdo anterior, carta de la cual tomamos este párrafo:
El natural impulso de marchar decididamente al enemigo, entregando la vida en holocausto de la Patria, era la primera nota que se dibujaba en todos; pero al mismo tiempo, el espectro de la Patria abandonada, insultada y pisoteada por el enemigo, orgulloso con nuestra derrota, que no otra cosa puede obtenerse en definitiva, yendo a buscarlos a su propio terreno con fuerzas tan inferiores, les hacía ver que tal sacrificio no sólo sería inútil, sino contraproducente, puesto que entregaban la Patria a un enemigo procaz y orgulloso, y Dios sólo sabe las funestas consecuencias que esto podría traer.
A partir de esta fecha se cruzaron los siguientes despachos:
Ministro al Almirante.—Cabo Verde.
Torpedero Ariete puede regresar a España remolcado por San Francisco; dele instrucciones que considere conducentes.
Almirante al Ministro.
Mientras más medito, es mayor mi convicción de que continuar viaje a Puerto Rico será desastroso. Para Canarias podría salirse mañana. El carbón se embarca despacio porque hay escasez de medios. Los comandantes de los buques tienen igual opinión y algunos más enérgicos que yo. Necesito instrucciones.
El Ministro al Almirante.—Cabo Verde.
Como Canarias están perfectamente aseguradas, y conoce V. E. telegramas de Wáshington sobre salida próxima de escuadra volante, salga con todas las fuerzas para proteger isla Puerto Rico, que está amenazada, siguiendo la derrota que V. E. se trace, teniendo presente la amplitud que las instrucciones le conceden y que le renuevo. La frase salgo para el Norte me indicará su salida, debiendo ser absoluta la reserva sobre sus movimientos.
La Nación, en estos momentos supremos en que se declara la guerra, acompaña a esa escuadra en expedición y la saluda con entusiasmo.