Aquel combate, torpemente ordenado por el comandante de Marina Vallarino, causó un efecto aplastante en el espíritu público, convenciendo a los más belicosos de que nuestras fuerzas navales eran impotentes aun contra vapores mercantes, armados como auxiliares de la Marina. La ciega confianza de los destroyers (todos esperábamos cosas espeluznantes de aquellos buques) vino a tierra al primer soplo, como un castillo de naipes. El Saint Paul, al inutilizar a su adversario, echó a pique todo sueño de victoria.
La oficialidad del Terror la componían: el teniente de navio de primera, Francisco La Rocha, comandante; segundo del buque, el del mismo empleo, Luis Oses, y además el alférez de navio Jacinto Vaz. Los primeros médicos de tierra que entraron en el buque prestando sus auxilios, fueron los doctores Manuel Fernández Náter y Jaime L. Grau, del vapor Gran Antilla.
El Terror nunca debió atacar de día; la noche era más propicia para su obra de destrucción. El capitán y oficiales demostraron, al igual que los marinos de Cavite, que sabían ir al sacrificio sin protestas. El almirante Sampson, en sus Memorias de la Guerra, página 895, dice lo que sigue:
El 22 de junio, el capitán Sigsbee, con el Saint Paul, tuvo la buena suerte de hacer el servicio adicional de poner fuera de combate al destróyer español Terror, el cual había llegado a la Martinica, con los otros buques de Cervera, y había permanecido allí varios días (para observar al extremo de los cables submarinos y reportar nuestro paradero o tal vez a causa de alguna avería temporal; nosotros no lo sabemos todavía), y viniendo luego a San Juan, intentó, locamente, torpedear al Saint Paul a la luz del día.
En cuanto al Saint Paul, su conducta durante el combate es digna de loa; era un blanco enorme para el torpedo; pudo huir y, sin embargo, se mantuvo en su puesto durante el ataque y casi hundió a su temido adversario.
Algunos años más tarde tuve oportunidad de hablar dos largas horas con el capitán Sigsbee, entonces almirante; él me pidió que le visitase a bordo de su buque, y así lo hice, acompañado del doctor Manuel del Valle Atiles, quien interpretó la conferencia. Disertamos acerca del combate del 22 de junio, y como me manifestase que deseaba una carta mía relatando dichos sucesos, como testigo presencial de los mismos, le dije: «Voy a enviarle a usted algo mejor; el negativo de una gran fotografía tomada en el momento en que usted inutilizó al Terror.»
Pareció emocionado y aceptó el regalo que le envié al siguiente día con el doctor del Valle; después supe que muchos oficiales de Marina de los Estados Unidos no creían que el Saint Paul hubiese combatido, firme en su puesto, contra un destróyer Tompson, y que mi negativo iba a confundir a los incrédulos.
Esa fotografía la tomó, desde el Macho de San Cristóbal, el ingeniero de montes, gran amigo mío, D. Ramón García Sáez.
Como durante la entrevista dijese al almirante Sigsbee que yo había declarado