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A. RIVERO
 

que le respondí afirmativamente, repitió la pregunta. De nuevo le contesté afectuo- samente, y, entonces, desabrochando su camisa, me presentó una carta que llevaba escondida escrita en fino papel francés y en español.» Esta carta, que debo a la bondad del general Miles, decía lo que sigue: AL JEFE DE OPERACIONES DEL EJERCITO LIBERTADOR DE LA UNIÓN AMERICANA Ponce, P. R., julio 26 de 1898. Ciudadano : Desconociendo por completo la forma que deba emplear para entrar en comunicación directa con ese campamento, me dirijo al jefe de operaciones, a fin de manifestarle cuanto es de mi deber en este momento histórico en que se fían al esfuerzo de las grandes conciencias y al valor fatal de las armas los hermosos éxitos de la independencia de una patria. Absoluta es la cohibición militar, y ella impide la buena rela- ción entre ustedes i; este pueblo; i; la censura oficial cierra las fuentes de la información; i? quiero que se conozca por usted p compañeros la verdadera actitud ]) sentimientos de nuestra ciudadanía. Aquí se esperaba la intervención americana, en la seguridad de romper la cadena forjada en yunque enorme por cuatro siglos de pesada administración y torpe nepotismo y penosa esclavitud moral. Al romper los timones de los acorazados de Norte América Ígs ondas de la costa de Guánica y traer a este país la revolución política, nace la confianza y despierta el ideal de la Patria, dormido en las conciencias, al arrullo de promesas no cumplidas p sin esperanza de que lo sean, i; este pueblo, con excepción de los que gozan de las utilidades del presupuesto x? de las atenciones oficiales, solemnizará, i a ello se prepara, el triunfo necesario de una civilización fundada^ en la libertad, y si fuere preciso para esto, a ofrecer su sangre en holocausto por tan sagrado propósito. Va esta carta a llevar noticia a ustedes de que la conciencia ciu- dadana espera sin dormir en su causa. Ustedes, por tanto, cuentan con el pueblo que siempre estuvo dispuesto a secundar cualquier es- fuerzo por su libertad. Tanto la ciudad como sus barrios están dis- puestos a combatir por esa causa junto a ustedes; j? hombres de co- razón fuerte, con quienes estoy en contacto, estarían dispuestos a la lucha. Cohibe esta manifestación sincera de adhesión al ideal íífcer- tador la falta de elementos de ataque, y si los tuviéramos, antes hubiéramos hecho el esfuerzo que impone el deber de patriotismo puesto frente a los enemigos del derecho portorriqueño. No echaría^ desde luego, sobre mi conciencia de patriota una responsabilidad gra-