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A. RIVERO
 

los comisionados españoles produjeron un luminoso informe, que fué leído más tarde en el Congreso de Madrid, demostrando que: «La explosión fué interior, y producida, ya por la caldereta de la dínamo, ya por combustión espontánea del algodónpólvora, con que se cargan los torpedos.»

Peritos imparciales, como el vicealmirante norteamericano Erven y el capitán Buckill, combatieron, por absurda, la opinión de la supuesta mina. La Prensa europea y sudamericana clamaron en igual sentido, y el Gobierno de Madrid no tuvo respuesta a un cable en que proponía al de Washington someter el caso a un arbitraje internacional. Más tarde, en París, cuando se firmaba el Tratado de Paz, y años

Firma del ultimatum a España por el presidente Mac-Kinley.


después en la Habana, al sacarse los restos del Maine, el Gobierno español insistió en igual sentido, viendo siempre desairados sus esfuerzos.

Pero es preciso consignar que el Maine voló, como vuelan cada año en Europa y América más de 20 almacenes de dinamita y de pólvora; como volaron, en Miraflores,[1] numerosas cajas de pólvora, por descuido de los hombres o por reacciones químicas, desconocidas, entre los componentes de los modernos explosivos.

He leído luminosos artículos de marinos norteamericanos, y todos refutan el que la explosión del Maine fuese exterior. Todos convienen en que el algodón-pólvora, carga de los torpedos, se descompone en climas calientes, despidiendo gases capaces

  1. Polvorín en San Juan, Puerto Rico.—N. del A.