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A. RIVERO
 

cionarían, y mucho menos tomarían parte en acto alguno indigno de militares que saben combatir con valor y morir con honor.»

Y aunque el Gobierno de Washington se mantuvo en gran reserva, sin sostener ni negar el informe de sus comisionados, no cabe duda que el desgraciado accidente del Maine precipitó la declaración de guerra.

Remember the «Maine»! fué el grito de guerra americano, y bajo la presión del pueblo y de la Prensa, el Congreso aprobó aquella célebre Resolución conjunta, que era, y así fué tomada en Madrid, una declaración de guerra.

He aquí el texto de dicho documento:

Considerando que el aborrecible estado de cosas que ha existido en Cuba durante los tres últimos años, en isla tan próxima a nuestro territorio, ha herido el sentido moral del pueblo de los Estados Unidos; ha sido un desdoro para la civilización cristiana, y ha llegado a su período crítico con la destrucción de un barco de guerra norteamericano y con la muerte de 266 de entre sus oficiales y tripulantes, cuando el buque visitaba amistosamente el puerto de la Habana:

Considerando que tal estado de cosas no puede ser tolerado por más tiempo, según manifestó ya el Presidente de los Estados Unidos, en mensaje que envió el 11 de abril al Congreso, invitando a éste a que adopte resoluciones;

El Senado y la Cámara de Representantes, reunidas en Congreso, acuerdan:

Primero. Que el pueblo de Cuba es y debe ser libre e independiente;

Segundo. Que es deber de los Estados Unidos exigir, y por la presente su Gobierno exige, que el Gobierno español renuncie, inmediatamente, a su autoridad y gobierno en Cuba, y retire sus fuerzas, terrestres y navales, de las tierras y mares de la isla;

Tercero. Que se autoriza al Presidente de los listados, y se le encarga y ordena, que utilice todas las fuerzas militares y navales de los Estados Unidos, y llame al servicio activo las milicias de los distintos Estados de la Unión, en el número que sea necesario, para llevar a efecto estos acuerdos;

Y cuarto. Que los listados Unidos, por la presente, niegan que tengan ningún deseo ni intención de ejercer jurisdicción ni soberanía, ni de intervenir en el gobierno de Cuba, si no es para su pacificación, y afirman su propósito de dejar el dominio y gobierno de la isla al pueblo de ésta, una vez realizada dicha pacificación.

La votación del Senado fué 42 por 35. La de la Cámara de Representantes, 311 por 6; quedando aprobada esta Resolución, por el Congreso, el 19 de abril, y por el Presidente, el 20 del mismo mes.

Este mismo día tuvo lugar la apertura del Parlamento español por la reina regente María Cristina, la cual declaró: «Que aquellas Cortes habían sido convocadas para defender los derechos de España.»

El mismo día, el ministro norteamericano en Madrid, Mr. Woodford, recibió el siguiente telegrama de Washington.