En estos momentos apareció un grupo de soldados españoles con un sargento en cabeza, llevando éste un pañuelo blanco amarrado a la bayoneta de su Máuser. Los americanos corrieron a las armas, creyendo que se trataba de una función de guerra, pero al ver la señal de parlamento, adoptaron actitud más pacífica, y como al mismo tiempo llegase Eduardo Lugo Viña, jefe de los exploradores del general Schwan, pudieron entenderse unos y otros. El sargento y soldados, quienes eran del batallón Alfonso XIII, sin quitarles sus fusiles y municiones, fueron enviados hacia adelante en busca de las avanzadas americanas, guiados por algunos regulares también americanos.
Lugo Viña siguió hacia la casa de Gerardo González, y media hora más tarde, cuando ambos doctores (después de haber visitado el Cuartel General del general Schwan, donde fueron muy agasajados) regresaban hacia el río Guasio, y al pasar por dicha casa, pudieron ver allí amigablemente sentados a una mesa y haciendo los honores a una gran cazuela de arroz con pollo, al teniente coronel Osés, a Lugo Viña, al teniente Hernández y al dueño de la Casa, Gerardo González. Como les chocase la escena, uno de ellos preguntó a Osés por su estado de salud, y éste les contestó que ya estaba más aliviado.
Franco y Cancio regresaron a San Sebastián sin incidente alguno, dando cuenta de todos los sucesos al alcalde Rodríguez Cabrero, quien, al saber el final del combate del Guasio, y también que las tropas españolas, en su retirada, habían seguido directamente a Lares, suspendió todos los preparativos, y aquella misma noche envió al general Macías un largo informe telegráfico, incluyendo en él cuanto le habían manifestado los dos miembros de la Cruz Roja al regreso de su excursión a las orillas del río Guasio. Tal informe ha servido de base al autor para esta exacta reseña, que, de otra parte, pueden aún corroborar con sus testimonios los doctores Cancio y Franco, y el alcalde Rodríguez Cabrero, quienes, felizmente, gozan de excelente salud y habitan en Puerto Rico [1].
Toda la fuerza americana que tomó parte en el tiroteo y persecución estuvo al mando directo del mayor Gilbreath, quien ganó, en aquella jornada, el ser mencionado en la Orden del día.
Sigamos en su relato al jefe de la brigada:
Cerca del terreno de acción, y en una casa de campo, el coronel Soto Villanueva, comandante de las fuerzas españolas, yacía en una cama, enfermo, sufriendo grandes agonías de lesiones que recibiera en su retirada de Mayagüez, y que le ponían completamente fuera de combate. El me envió un aviso de que deseaba rendirse, como prisionero de guerra, suplicando le mandase una ambulancia que lo llevara prisionero a Las Marías, y luego a Mayagüez. Esta petición la llené tan pronto me fué posible.
- ↑ Además del informe citado, todos los detalles de esta histórica narración fueron tomados taquigráficamente en una interviú que, con los señores Cancio y Rodríguez Cabrero, sostuvo el autor.—N del A.