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CRÓNICAS
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— Federico Aguayo abre hoy el primer «boarding house» en San Juan, calle de la Fortaleza, número 16; se llama «The Sun», y anuncia que dicho establecimiento está montado «in the New York style».

SEPTIEMBRE, 14. — Hoy ha comenzado la evacuación de la Isla por las fuerzas es- pañolas. A las once de la mañana zarparon, rumbo a España, los buques Isabel Ily Concha^ Terror y Ponce de León, Gran muchedumbre les siguió por toda la Marina y el campo del Morro, haciéndoles una cariñosa despedida. Los periódicos de hoy publican sueltos dando cuenta del acto.

La Correspondencia de Puerto Rico escribe lo que sigue:

«Nosotros enviamos nuestro saludo respetuoso a los dignos representantes de la Armada nacional en estas regiones de las cuales se ausentan, tal vez para siempre, y en las que contrajeron muchos de sus hombres hondos afectos y estrechos vínculos. ¡Que vientos amigos los lleven con toda feHcidad al seno de la Patria!»

— Poco tengo que anotar en este diario; el trabajo de ahora es empacarlo todo y vender, a cualquier precio, lo que no se pueda llevar a España.

Septiembre, 15. — En el vapor Yucatán ha llegado el doctor Manuel del Valle Atiles, antiguo corresponsal del Herald^ que abandonó esta Isla acompañando al cónsul Hanna, de los Estados Unidos.

— Por orden del general Macías, el capitán de mi batallón, Enrique Barbaza, y yo, hemos visitado hoy, en Río Piedras, al general Brooke. Este nos recibió en su residencia oficial establecida en un chalet, propiedad de la señora doña Estéfana Casenave, viuda de Saldaña. Es un hombre de sesenta años, alto, recio, hosco, poco .comunicativo y de aspecto estrictamente militar. Le damos cuenta de nuestra misión (sirviéndonos de intérprete el doctor Lorenzo Noa), misión reducida a manifestarle que estábamos comisionados para entendernos con el oficial que él designase en todo lo referente a la entrega del material de artillería de San Juan. Allí mismo nos presentó al teniente coronel Rockwell, de artillería, con quien hablamos largamente.

El general Brooke nos obsequió con tabacos y cerveza, y uno de sus ayudantes, de apellido Me Kenna, subalterno de infantería, nos hizo reír mucho contándonos sus experiencias durante las operaciones en Arroyo y Guayama. Le pareció increíble cuando le aseguramos que el capitán Salvador Acha y su guerrilla volante, de gente reclutada a última hora y de cualquier clase, fué la única fuerza española que les hizo frente en aquellas jornadas. Estábamos en estas pláticas cuando se acercó un joven, vistiendo elegante uniforme de segundo teniente de Voluntarios, quien, muy sonreído, nos mostró una cartilla- vocabulario en inglés y español, señalándonos estas palabras: «Surrender Spanish» (ríndete, español).

Aquella bromita, de no muy buen gusto en semejante ocasión, pareció disgustar a nuestro acompañante, quien, hablando entonces en español bastante inteligible, nos dijo:

— Este oficialito tan gallardo, cierto día, más allá de Guayama y durante un reco- nocimiento que se hiciera sobre Guamaní, al recibir la primer descarga de los solda- dos de ustedes, se batió en retirada, velozmente, y fué uno de los que alarmó toda la guarnición de la ciudad con sus exagerados informes; es un hombre de suerte — añadió — , porque a la mañana siguiente pudo encontrar su sable, que perdiera entre la maleza la tarde del reconocimiento.

Barbaza y yo reímos de buena gana, aceptando cortésmente los cumplidos de aquel caballeroso oficial. Pedí a éste una nota del Estado Mayor del general Brooke, y me dio una hoja escrita en maquinilla, que copio a continuación:

Mayor general, John R. Brooke, general en jefe del primer Cuerpo de Ejército. Brigadier general Michael V. Sheridan, jefe del Estado Mayor.