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98 — Arturo Trailles

amaba porque eran una forma artística; y se entregó al mundo galante, olvidando que una vocación sin trabajo, degenera en una alma sin cuerpo.

Sintió con singular intensidad todas las fruslerías sociales, todos los devaneos juveniles, y el halagador ambiente que le rodeaba. Era uno de esos temperamentos en que un rayo de luz produce un poema, como en la cámara oscura pinta un paisaje. El acorde de un vals, un manto de baile, de mujer, una flor marchita, una flor nueva: cualquier cosa con un poco de color, de perfume, animábala vibrante con exquisito encanto.

Su existencia disipada, iba matando así al artista productor. Vivía feliz con su fortuna, durmiendo sobre el soplo espiritual de su charla. De pronto se derrumbó su casa, y se quedó solo en el mundo.

Ah! entonces ¡cómo la pena cegó lo que soñaba perenne fuente de alegría, y cómo ahondó en su naturaleza que pudo decir bajo su garra: —empiezo á saber! Exagerado en todo lo que sentía: en sus amores como en sus odios, en su críticas como en sus aplausos, en sus regocijos como en sus tedios, y siempre cediendo á los nervios que le envolvían y le dominaban, el dolor tuvo en él tierra fértil y le lanzó á un abismo de desolación angustiosa.