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Página:Cuentos (Ángel de Estrada).djvu/124

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114 — Arturo Trailles

— Tiempo ha tenido el muchacho —contestó sonriendo Arturo— es lo único que hago de bien. Cuando tenía veinte y cinco años, era mi voz hermosa y no la sabía manejar, hoy sé decir las cosas y la voz decrece. Gracias de la vejez... tontas habilidades... Las palabras pasan más ligeras que la emoción... Siempre he tenido por los buenos actores una mezcla de lástima y simpatía.


* * *

Llegaba la hora de partir para las niñas que vivían en el Tigre. Se sirvió el té, ese té en torno de una mesita portátil, que las mujeres sirven con tanta gracia. Es un instante comunicativo. El diapasón de la charla crece, el ruido de las cucharillas parece entusiasmar las lenguas, y nunca critican con más amor que aspirando el aroma de las tazas.

Arturo observaba sin cesar á Laura. Cuando después de años se llega á un lugar predilecto, se evoca el pasado como si manara de una fuente cariñosa. Miró á la niña con curiosidad primero, después con ternura, por fin con dolor.

La madre de ésta había sido una mimada del encanto. Eligió entre sus pretendientes á Arturo, y el poeta que amaba á las mujeres entonces como á las puestas de sol ó á otra