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EL VIEJO GENERAL

Fué aquello como una creciente de savia en los miembros del anciano, y erguido con apostura arrogante, percibió el escarceo de los caballos y el flamear de los gallardetes rojos.

Los nobles veteranos, al divisarle, redoblaron el soplar de sus pulmones, y los clarines más sonantes lanzaron el grito que le recordaba los campos de batalla. Ah! sus sones en los tiempos evocados. Ellos eran la voz de la esperanza y el lamento de los pueblos oprimidos. Ellos el empuje ardiente del brazo en la carga; la voz del presentimiento en la emboscada, la inspiración del genio en el mando. Ellos en las noches de largas marchas, el recuerdo de la familia; en sus notas sonaba la voz del hijo, el beso de la esposa. Ellos la plegaria en el dolor, y la diana marcial en la victoria, pues con ellos se moría ó se triunfaba, percibiéndose en su tonos la tristeza del crepúsculo ó los rumores triunfales de la aurora.

Y siguió el desfile, y todos los oficiales saludaban al viejo general. Una palabra como chispa eléctrica, recorría los escuadrones anunciándole. Los soldados alzaban la vista para mirarle y más de un estremecimiento rápido de emoción, iluminaba el bronce de los rostros. Nina, conmovida, presenciaba lo que era una apoteósis sin aparatos; quiso dar