espalda del edificio, donde se encontró el cadáver de la ancianaseñora con la garganta cortada en forma tan terrible que, al tratar de levantarla, cayó la cabeza completamente separada del tronco. El cuerpo y la cabeza aparecían horriblemente mutilados, al punto que el primero apenas si conservaba figura humana.
Hasta ahora no se descubre, parece, la más ligera huella para esclarecer este horrible misterio.
El siguiente día trajo el periódico estos detalles adicionales:
Muchas personas han sido interrogadas con relación a este pavoroso y extraordinario asunto; mas nada se ha traslucido que pueda arrojar alguna luz sobre el misterio. Damos a continuación un extracto de los interrogatorios.
Pauline Dubourg lavandera, declara que conocía hace tres años a ambas víctimas, habiendo estado todo este tiempo a cargo de su ropa. La anciana señora y su hija parecían estar en buenos términos, muy afectuosas mutuamente. Eran paga excelente. Nada podía decir respecto de su manera de vivir o medios de fortuna. Creía que Madame L. decía la buenaventura para sostenerse. Decíase que tenía dinero ahorrado. Nunca encontró a otras personas en la casa cuando venía a tomar la ropa o a entregarla. Estaba segura de que no tenían criada a domicilio. Parecía no haber muebles en la casa, con exceción de los del cuarto piso.
Pierre Moreau, tabaquero, declara que acostumbraba vender pequeñas cantidades de tabaco a Madame L'Espanaye hacía cerca de cuatro años. Había nacido en la vecindad y vivido siempre en el mismo barrio. La anciana y su hija ocupaban hacía más de seis años la casa en donde se encontraron los cadáveres. Antes estuvo ocupada por un joyero que subarrendaba los cuartos altos a varias personas. La casa era propiedad de Madame L. Habiéndose disgustado por el abuso de posesión de su arrendatario, vino ella misma a